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Nunca me había sentido así: estoy hundido y radiante. Las derrotas, con la edad, suenan más interesantes. No tengo nada que explicar: mi gente ya me ha perdonado (a veces no puedo evitar ser un poco de los malos)
¿Cómo no voy a saber que nada de esto es mío? En la puerta dos de
seguridad, restos de comida en las aceras (cualquier lujo tiene un crimen detrás), ¿por qué no me crees? Nunca me había sentido igual: estoy hundido y expectante. No queda en mí nada de ti y es un alivio (y un desastre). Piensan que el punk consiste en gritar, se confunden todos los finales. Nunca me va a gustar esta ciudad. ¿Por qué no me crees?
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2. |
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Hace ya un tiempo que aquel hombre vino a buscarme. Su gesto era amable dentro de la gravedad. Se sentó tan cerca que advertí una mancha en su traje y cerró la ventana que daba a la parte de atrás. Me dijo: “Elige el lugar que quieras para curarte”. (Idiota de mí que escogí la única ciudad donde todas las vidas se encaminan hacia el desastre y en lugar de curarme empeoré de la enfermedad). Mentiría si dijera que no lo esperaba: ya había escuchado canciones que hablaban de allí, pero quise probar el sabor de mi propio fracaso y saber qué se siente al estar tan lejos de aquí. Escribí cuidadoso todos los procedimientos en el cuaderno que me acababa de dar. Él me dictaba mientras yo guardaba silencio: “Sólo cuando estés preparado podrás volar”. Desplegó ante mí un
mapa con el norte marcado. “Desde algunas calles”, dijo, “podía verse el mar”. Me arrodillé y con un dedo fui trazando el camino y conté los distritos que tenía que atravesar. Quise que mi equipaje no fuera un estorbo, metí únicamente las cosas que iba a utilizar: a esa ciudad sólo vamos buscando respuestas, pero de esa ciudad al final todo el mundo se va. Fue un invierno divertido pese a las nevadas. Tenía tan poco dinero que la única opción era ser feliz con cualquier cosa que me encontrara y ver desde el puente los bloques al ponerse el sol.
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3. |
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No sé qué quiere este país -ni sé qué puede hacer por mí- pero ya estoy cansado: se anuló la última ley y yo esperaba una señal. No hay nadie a nuestro lado. El amor y la amistad, la tristeza y el placer, son trampas para osos. Nos advirtieron al salir que no sabríamos llegar. Se rieron de nosotros. Dibujada en la pared de la casa junto al mar una V de Victoria. Y no sé cómo combinar lo que ahora siento por ti con lo que odio a los otros. Llevan seis horas de reunión, han prometido cooperar pero hay que estar atentos: cambian la Z por la C, nos ordenan memorizar cualquier concepto nuevo. Vivo en ninguna dirección, sin beber y sin comer. Trato de no ser visto. Llevo escrito en un papel un número que se lee mal y un nombre extranjero. Encontré belleza y paz pero no la solución, por eso me expulsaron. Quise pedirles perdón pero entendí que el perdón ya no estaba en sus manos. Una aerolínea regular, un grupo paramilitar y una nueva bandera. A máxima velocidad, como cualquier depredador, está el sexo con extraños. Acepto mi mediocridad, acepto toda humillación, pero no tu silencio. Aquello no encajaba bien y me dejé llevar por la rabia y el desprecio. Alguien sin identificar negoció mi bendición mientras yo estaba fuera. Sé qué hay detrás del dolor y hasta dónde puedo ceder: YO NUNCA TENGO MIEDO.
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4. |
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No hay nada que celebrar mientras en televisión recogen los cuerpos hinchados y azules que el mar rechazó y en otro canal se debate de Seguridad Nacional. Armas por internet, niñas en un contenedor: cuando Occidente decide que se quiere divertir todo el sistema se pone a su entera disposición. Fuego en la terminal; fuego al final del vagón. La misma vieja historia del Bien frente al Mal: la rutina del espectador. Golpe de incomodidad; golpe de micro-indignación, y en vez de organizarte y ser útil para tu comunidad recibes la dosis y alteras tu ritmo hasta que sale el Sol.
El mundo está ahí y es tal como parece. Todas las cosas sufren, hasta que son*. La violencia y la muerte están tan presentes que la vida se entiende como una excepción. Quiero que pienses en mí como alguien que lo intentó. Ruido para despistar. Ruido en compensación. Se invierten los colores al atardecer. La noche acaba siendo el mejor bisturí. Alguien me manda mensajes que dicen que todo está bien pero la culpa trasnocha y ahora ya no puedo dormir.
*Verso extraído del libro Supervivencia de Michel Houellebecq.
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5. |
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6. |
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Ruido de Año Nuevo en el puerto de Hamburgo. Llamada a la oración en el Kurdistán. Ya sabes cómo funciona la euforia. Y en Madrid, todo sigue igual. Puede que no nos crucemos. Puede que ya no vuelvas más. He estado con gente en todas partes, gente a la que quise olvidar. La ciudad empezaba a estrecharse y salté. ¿Cuántos mundos caben dentro de tu mundo? ¿Cuál es tu excepción a la tradición? Calma tensa en barrios de la periferia y la única luz es la televisión. ¿Por qué piensas que todos los hombres quieren lo mismo que quieres tú? La distancia entre nosotros y el resto se mide en latidos del corazón. Nunca dije que yo fuera perfecto; si nadie lo es, ¿por qué iba a serlo yo? ¿Qué hora es en tus desgracias? ¿Qué hora es en nuestra ambición? Explota un grito roto en el portal: han detenido a su hijo mayor. ¿Cuánto más tenía que pagar? Mismo grito pero en otra calle (esta vez es un tres contra tres), un cuchillo y un charco de sangre. Estoy bien.
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La primera gran pérdida
05:17
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Lejos de todo el ruido del Sistema Central, la noche puede más que el atardecer y es buen momento para reconocer que, quizás, ninguna luz da sombra a una luz más fuerte, la pena siempre pesa menos que el perdón y ya no duele igual que las primeras veces notar como se apaga tu respiración. A veces la desgracia esconde mucha suerte, tus manos juntas en forma de corazón y se muere contigo mi miedo a la muerte después de haberte visto aceptar el dolor. Y ahora comprendo por qué decías que ya éramos un poco distintos.
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8. |
La otra gloria
05:43
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Desperté y me incliné para ver cómo la mañana estallaba en tu espalda; la metralla era un rayo de sol clavado en tu piel. Y sin saber si quedarme o salir, decidí ponerme a cubierto. Y sin querer me atreví a pensar en qué haríamos después. Y entendí que solo hace falta una grieta por la que pueda entrar la luz. Sin moverme memoricé cualquier ruido que me resultaba extraño. Todo lo que tenía que hacer ahora podía esperar. Y sin saber si quedarme o salir decidí ponerme a cubierto. Y sin querer te golpeé y eso te despertó. Y desorientada te diste la vuelta y me sonreíste sin hablar. Y entendí que solo hace falta una grieta para que la luz pueda entrar. Y esto será para siempre. Quiero que sea para siempre.
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9. |
Pelayo, 46 (Madrid)
00:47
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10. |
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Estamos aquí por formar parte de una casualidad innecesaria. No sé qué día es hoy y solo puedo ver hasta donde alcanzan mis palabras. ¿Qué prefieres conservar: el orgullo o la razón? ¿En qué postura quieres que te encuentren? Cedimos el control y estamos a merced de una realidad descontrolada. He vuelto al lugar donde una vez me encontré el pasado y el presente superpuestos. Y de todo lo que vi solo me quedo con lo vulgar, lo extraño y lo pequeño. Pero te guste o no todos sabemos hablar la lengua internacional de la violencia. Y tuve que soportar que se rieran de mí por todos los accidentes de mi cuerpo. No te asustes cuando veas sangre al cortarte con mis palabras (ya solo quedan las marcas). Para ti olvidar es la mejor forma de perdón pero no siempre que hay humo hay un incendio. En mi habitación no hubo nadie más a pesar de lo que te dijeron. Y me divierte comprobar cómo se aferran a mí algunos calambres del pasado. Y reconozco que me gustaría ver sufrir a los que una vez me hicieron daño.
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11. |
Sensación de vivir
01:30
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12. |
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Mira esos cuerpos perfectos, brillantes de tanta salud, celebrando amontonados El Día de los Chicos con Talento. Repasan logros familiares con gestos de aprobación pero lo que ellos no saben es que hacemos ruidos raros al rompernos. En mi voz hay muchas voces aunque no sepa cantar y siempre estará al servicio de los pobres, los heridos, los enfermos. En trabajos mal pagados y en días de soledad aprendimos para siempre que hacemos ruidos raros al rompernos.
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