Bailar es algo que nunca he podido hacer en
público por una cuestión de pudor, pero que
nadie me vea bailar no significa que no baile.
A veces lo hago. Como los sábados por la
mañana, con todo por hacer, con la camiseta
todavía pegada de sueño y pereza. Como en
el baño, después de una ducha y mientras se
cuela la música de la habitación de al lado.
Como en la cocina, rebuscando en la despensa
para ver qué puedo hacerme de comer. Como
en tantos otros sitios. Hace bien poco vi una
película con una frase letal: "Sólo los
indeseables no saben bailar". Estoy citando de
memoria, pero era algo así. La película era 9
songs, de Michael Winterbottom, el mismo que
consiguió que actores del montón se
convirtieran en Joy Division en 24 Hour Party
People. Nada más y nada menos que en Joy
Division. Otros que bailaban. Cada persona
involucrada en este proyecto de remezclas lo
ha hecho con total libertad. Nadie se ha guiado
más que por su propia intuición y por su propio
gusto. Las canciones son de aquellos que
decidan hacerlas suyas y así, ya sea mediante
la transformación total de lo que era mi canción
(la mía, la que yo tenía en la cabeza y que grabé
como pude) o mediante el diseño de la carpeta,
toda la gente que forma parte de esto ha
conseguido hacer suyo un trozo de The Secret
Society, de tal forma que yo me veo como
alguien casi ajeno al resultado. Algo que lleva
mi nombre, pero que podría no llevarlo. Algo
que me pertenece tanto como pertenece al
resto. Entonces, la canción que ya no es mía,
decidió viajar a México, estamparse en un
cartón o quedarse en Madrid. Mientras algunos
pretenden enjaular con normas y decretos la
libertad de algo invisible (el poder de las
canciones para transformarse, por encima de
leyes tangibles), otros decidimos deshacernos
de ellas para que otros las adopten. Abrir el
círculo, en lugar de cerrarlo. Gracias a todos
los que de una forma u otra habéis participado.
Seguro que sois más de los que imagino. Nos
vemos pronto.
Pepo M.
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